Taylor Sheridan no es solo uno de los guionistas más influyentes del audiovisual estadounidense de las últimas dos décadas, sino más bien un arquitecto de mundos extraordinarios. Su estilo (paisajes áridos, personajes en guerra consigo mismos y una violencia que nunca es gratuita) ha conquistado el mundo del streaming.
Sheridan ha encontrado en las series su territorio natural: un espacio donde explorar el poder, la ley, la familia y el trauma con una mayor profundidad.
Si disfrutas del estilo, en esta guía de JustWatch repasamos todos sus trabajos hasta la fecha, tanto creadas como co-creadas por él, ordenadas por fecha de estreno, analizando su impacto, su relación con su universo narrativo y su comparación con otras producciones del género.
Veronica Mars (2004)
Aunque muchos no lo recuerden, Veronica Mars fue uno de los primeros trabajos televisivos de Taylor Sheridan… como actor. Interpretó al ayudante del sheriff Leo D’Amato durante varias temporadas, y aunque no estuvo involucrado en el proceso creativo, su paso por la serie es clave para entender su evolución.
Revisitar Veronica Mars hoy (fue una de las series que se cancelaron muy pronto), con su mezcla de noir adolescente y misterio episódico, revela una sensibilidad que Sheridan retomaría después desde otro ángulo: la investigación como excusa para ahondar en heridas personales, algo que años más tarde explotaría en Mayor of Kingstown.
Comparada con otros teen-noirs como Riverdale o Pequeñas mentirosas, Veronica Mars sigue destacando por su honestidad y su tono ácido. Y Sheridan, aunque aún no era Sheridan, ya intuía que la televisión necesitaba historias con filo.
Hijos de la Anarquía (2008)
En Hijos de la anarquía, Taylor Sheridan no escribe ni dirige, pero su papel como el subcomisario Hale fue decisivo para su salto detrás de las cámaras. Lo que Sons of Anarchy mostró desde la violencia motera, Sheridan lo trasladó luego al western contemporáneo.
En lo temático, es inevitable comparar la serie con Yellowstone: ambas exploran la lealtad, la familia como trinchera y la idea de que la ley es maleable según quién la empuñe. Pero mientras Kurt Sutter opta por el exceso y el caos, Sheridan siempre prefiere la contención. Hijos de la anarquía (una de las series más parecidas a Breaking Bad) es más salvaje, más operística, más cercana a The Shield.
Su paso por ella fue su mejor escuela: aprendió qué tipo de historias quería contar… y cuáles no.
Yellowstone (2018)
Yellowstone es el corazón del “Sheridan-verse”: la saga que consolidó su prestigio como narrador del nuevo western televisivo. La historia sigue a la familia Dutton, liderada por un imponente Kevin Costner, en una guerra sin fin para proteger su rancho y su legado. Sheridan firma la serie como creador, showrunner y, en gran parte, como guionista principal, impregnándola de sus obsesiones: la frontera moral, la justicia personal y la lucha entre tradición y modernidad.
Comparada con Succession, Yellowstone comparte tema (la familia como campo de batalla) pero desde una rugosidad más primitiva. Frente a la sofisticación neoyorquina de los Roy, los Dutton habitan un mundo brutal, más cercano a Hijos de la anarquía y al espíritu de Deadwood.
Como autor, Sheridan demuestra aquí su maestría en el ritmo: episodios que respiran, silencios que hablan y explosiones de violencia siempre justificadas a nivel narrativo. Yellowstone es la coronación de un estilo que combina clasicismo y crudeza como pocas series actuales.
1883 (2021)
1883 es el origen emocional del universo Dutton. Sheridan escribe una épica de supervivencia que combina el western clásico con un realismo casi documental. Protagonizada por Tim McGraw, Faith Hill y un sorprendente Sam Elliott, la serie retrata el viaje desesperado de una familia hacia Montana, enfrentándose a un continente aún indómito.
Si Yellowstone es un western moderno, 1883 es puro John Ford filtrado por el pesimismo contemporáneo de Sheridan. Comparada con Godless o Deadwood, destaca por su sensibilidad y por un tono más íntimo, casi elegíaco.
Como creador, Sheridan se involucra en cada detalle: desde la construcción de diálogos hasta la precisión histórica. Su intención era clara: contar la fundación del mito desde la tragedia, sin glorificar nada.
Es una serie más dura, más dolorosa y también más bella que sus “hermanas”. Un viaje épico donde cada muerte pesa.
Mayor of Kingstown (2021)
En Mayor of Kingstown, Sheridan abandona el western para adentrarse en un thriller carcelario y político oscuro y sofocante. Junto a Hugh Dillon, construye una ciudad ficticia dominada por el sistema penitenciario, donde Mike McLusky (Jeremy Renner) actúa como mediador entre criminales, policías, bandas y presos.
Aquí Sheridan despliega su vertiente más pesimista: un universo sin héroes donde la violencia es un engranaje inevitable. Comparada con The Wire, comparte la visión estructural, pero Mayor of Kingstown es más nihilista, más cercana al tono de Sicario.
Su trabajo como creador es impecable: construye personajes quebrados, diálogos secos y tramas que avanzan como una bomba de relojería. Renner entrega una de las mejores interpretaciones de su carrera. Y aunque no es tan popular como Yellowstone, puede que sea su serie más afilada y sociopolítica.
Tulsa King (2022)
Tulsa King es la sorpresa más ligera del “Sheridan-verse”. Con un Sylvester Stallone brillante como capo mafioso exiliado a Oklahoma, Sheridan mezcla humor, crimen y choque cultural. Aunque la premisa parece cercana a Barry o Lilyhammer, aquí todo funciona desde el carisma del protagonista.
Como creador, Sheridan establece el tono del piloto y define los pilares de la serie, mientras el showrunner Terence Winter desarrolla el día a día. Aun así, su mano se nota: personajes carismáticos, diálogos cargados de subtexto y un universo que mezcla lo absurdo con lo brutal.
Comparada con el resto de sus obras, Tulsa King es su serie más accesible y desenfadada. Pero bajo esa ligereza late la misma obsesión por los hombres desplazados que tratan de construir nuevamente su identidad. Y, además, está a la altura de los mejores papeles de Sylvester Stallone.
1923 (2022)
1923 amplía la saga Dutton con un tono épico y político que la convierte en una de las series más ambiciosas de Sheridan. Con Harrison Ford y Helen Mirren en estado de gracia, la serie explora una época marcada por la Gran Depresión, la expansión industrial y los choques con las comunidades nativas.
Si 1883 era intimista, 1923 es monumental. Comparada con Peaky Blinders, comparte esa mezcla de historia, violencia y familia, aunque Sheridan siempre opta por el dramatismo rural frente al estilismo urbano.
Como creador, su trabajo aquí es más emocional. No solo expande la genealogía Dutton: profundiza en sus heridas, en la violencia institucional y en la lucha por un país que cambia a una velocidad inasumible. Es una obra madura y contundente que confirma que el “Sheridan-verse” no es solo una franquicia, sino una epopeya en construcción.
Operaciones especiales: Lioness (2023)
Con Operaciones especiales: Lioness, Sheridan se adentra en el thriller de espionaje militar desde una perspectiva femenina. Zoe Saldaña, Laysla De Oliveira y Nicole Kidman lideran una serie que explora la infiltración, el trauma y la moral ambigua de la guerra contra el terrorismo.
Aquí Sheridan combina lo que aprendió en Sicario con la emoción intensa del drama personal. Comparada con Homeland, es menos conspirativa y más física, más centrada en el impacto psicológico de trabajar en la sombra.
Como creador, marca el tono crudo y emocional del piloto y define la estructura del programa. Su habilidad para construir tensión sin caer en clichés bélicos hace que Lioness sea uno de sus trabajos más sólidos fuera del western. Es oscura, dura y, a ratos, devastadora.
Landman: Un negocio crudo (2024)
Landman: Un negocio crudo es el último proyecto de Sheridan, y también el más contemporáneo. Ambientada en el sector petrolero de Texas, combina drama corporativo, conflicto ambiental y tensiones sociales. Protagonizada por Billy Bob Thornton, la serie expone la crudeza del negocio energético desde un punto de vista casi documental.
Comparada con Industry o Billions, comparte el análisis del poder económico, pero Sheridan le da un tono más terroso y humano. Aquí no hay glamour: hay sudor, negociaciones a vida o muerte y paisajes capaces de devorarte.
Como creador, Sheridan vuelve a su obsesión por el poder en la frontera: no la geográfica, sino la económica. Su escritura apunta a un realismo feroz, con personajes atrapados en un sistema que los supera. Si Yellowstone hablaba de la tierra, Landman habla del subsuelo: lo que se extrae, lo que se pierde y lo que cuesta.



























































































