El estreno de La larga marcha y The Running Man (2025) en apenas dos semanas marca un momento histórico para el cine de terror y ciencia ficción. Ambas son adaptaciones de novelas escritas bajo el pseudónimo de Richard Bachman, el alter ego tenebroso de Stephen King.
Mientras el mundo conoce a King por el payaso Pennywise de It o las emociones de Cadena perpetua, Bachman representa su faceta más brutal, distópica y nihilista, y es una epifanía que de pronto tengamos dos grandes versiones de sus trabajos. Exploramos la fascinante historia de este alias literario que ahora conquista las salas de cine, demostrando que el lado sombrío de King tiene tanto o más poder que sus obras más celebradas.
El nacimiento de Richard Bachman: por qué King necesitaba dejar de ser King
Stephen King creó a Richard Bachman en 1977 por razones menos glamurosas de las que el mito ha ido construyendo. Fueron más bien factores prácticos ya que en aquella época, las editoriales consideraban que publicar más de un libro al año saturaba el mercado y podía perjudicar las ventas. Y ya sabemos cómo es King, un tipo al que le salen las páginas de las mangas al levantarse, por lo que tenía manuscritos acumulándose en cajones que no veían la luz. Por tanto, Bachman nació como solución editorial, aunque hay que ceder un poco a la explicación de que también le serviría como experimento para responder a una pregunta que le atormentaba ¿su éxito se debía a su talento o simplemente a una mezcla de suerte y marketing?
Y sí, ahí hay un punto creativo, ya que las novelas firmadas por Bachman eran deliberadamente más oscuras, violentas y desoladoras que las de King. El horror sobrenatural se iba aparcando, para sumergirse en distopías brutales donde la humanidad mostraba su peor cara. De ahí nacen La larga marcha (1979), Carretera maldita (1981), El Fugitivo (1982) y Maleficio (1984), obras donde los protagonistas raramente encontraban salvación. El pseudónimo le funcionó durante años hasta que un librero descubrió la verdad en 1985, comparando estilos de escritura y registros de derechos de autor, por lo que King "mató" oficialmente a Bachman, alegando que había fallecido de “cáncer del pseudónimo”, un giro meta que encajaba perfectamente con su sentido del humor negro.
Las adaptaciones cinematográficas
La primera adaptación de Bachman llegó con Perseguido (1987), protagonizada por un Arnold Schwarzenegger en pleno apogeo comercial. La distopía original se convertía en un espectáculo de acción ochentero, con tono menos desesperado pero que encandiló a toda una generación asombrada por su visión de un futuro donde la televisión convierte el asesinato en entretenimiento masivo. Una pieza profética que anticipaba el auge de los reality shows, la obsesión por la violencia y una crítica social mordaz en la era Reagan que chocaba con el cine reaccionario que aupó al actor austriaco.
La siguiente en aparecer en pantalla fue Maleficio - Thinner (1996), dirigida por Tom Holland y producida por el propio King. La historia de un abogado maldito por una gitana que pierde peso de forma imparable hasta consumirse completamente. Puro body horror psicológico. Aunque modesta, la película estableció una plantilla narrativa de que influiría en obras posteriores. Su concepto de castigo corporal inevitable se refleja en la serie Nuevo sabor a cereza (2021) y Desaparecer por completo (2022), aunque es en Arrastrame al infierno (2009) donde Sam Raimi le daba una vuelta divertida a la persecución inagotable de un mal de ojo, con intentos de cambiar las tornas salidos de las páginas de Bachman.
La larga marcha fue publicada originalmente en 1979, pero es la primera novela escrita de King, cuando tenía apenas 18 años, y permanecía sin adaptar hasta 2025. La premisa es simple: cien adolescentes caminan sin parar hasta que solo queda uno vivo. Quien se detenga, reduzca la velocidad por debajo del mínimo permitido o intente abandonar, bala en la cabeza. Seguramente es el texto más nihilista de su carrera, rompiendo moldes sobre la competencia despiadada y el espectáculo de la crueldad, y su versión en acción real llega en un momento donde las distopías juveniles han saturado el mercado, aunque ninguna haya capturado la brutalidad simple y efectiva de esta.
La nueva versión de The Running Man es mucho más fiel. Un combativo remake en forma de superproducción lúcidas y cargada de ideas atrevidas en un momento en el que la censura gobierna los Estados Unidos del miedo, el ICE y el medicare. Tras el monopolio de los superhéroes y los espectáculos-evento de franquicias adultas rebajadas para todos los públicos su héroe es un tipo explotado como nosotros, y su objetivo no es "vencer al malo" o la mera, supervivencia, sino la gesta de romper el juego de sombras de la caverna de Platón. Un golpe al sistema a como pocos casos de cine de evasión masivo han osado atreverse, siendo además vibrante y entretenida como cine de acción.
La dualidad como tema recurrente: de 'El resplandor' a 'La ventana secreta'
La creación de Richard Bachman fue la expresión de un lado de la psique de Stephen King fascinado con la dualidad y el lado oscuro que habita en cada uno. Un tema que atraviesa gran parte de su obra, desde El resplandor (1980), donde Jack Torrance sucumbe a sus demonios internos amplificados por fuerzas sobrenaturales, a obras posteriores que exploran cómo el acto creativo puede invocar aspectos oscuros de la personalidad. Una de ellas fue La mitad oscura (1993), dirigida por George A. Romero, que abordó la temática de forma casi autobiográfica.
Si King “mató” a Bachman, la película cuenta la historia de un escritor que publica novelas de terror bajo el pseudónimo George Stark, pero cuando decide acabar con su alter ego mediático, Stark cobra vida literalmente y comienza a asesinar a gente. King habla de cómo las identidades creativas pueden desarrollar voluntad propia, es decir, cómo el lado oscuro no es algo que se pueda controlar. Quizá por ello volvería al tema décadas después con La ventana secreta (2004), donde la dualidad no era tan física, pero no dejaba de ser una bipolaridad coherente con otras obras como Lisey's Story (2021) donde la ficción es un campo de batalla entre impulsos contradictorios.
El visionario distópico: Bachman como profeta de la ciencia ficción
Lo sorprendente de las obras de Richard Bachman es su capacidad profética. The Running Man y La larga marcha anticipan tendencias culturales que tardarían décadas en materializarse plenamente. La obsesión por los reality shows, la “gamificación” de la supervivencia, el sufrimiento humano como entretenimiento masivo y la deshumanización de las clases bajas han marcado varias obras del siglo XXI. La influencia es innegable en películas como Battle Royale (2000), en la que los estudiantes de Japón son forzados a matarse entre sí, tiene deudas evidentes con los dos libros canónicos a The Long Walk y The Running Man. Koushun Takami, autor de la novela original, ha reconocido la influencia de King repetidas veces.
Los que nunca han reconocido nada son los creadores de Los juegos del hambre (2012), la responsable de llevar estos conceptos al mainstream con una franquicia multimillonaria que hizo la distopía juvenil una moda. Suzanne Collins ha negado haber leído a Bachman o ver Battle Royale antes de escribir su trilogía, pero las similitudes hablan por sí solas. El ADN de Bachman también se detecta en El juego del calamar (2021), más por su crítica al capitalismo salvaje, el mismo que en El Hoyo (2019) con su alegoría vertical, e incluso en elementos de Black Mirror, donde a menudo el futuro y la desesperación económica se cruzan con el hambre de entretenimiento.
El doble estreno de La larga marcha y The Running Man en 2025 no es coincidencia temporal, el momento cultural es preciso, con la desigualdad económica creciente, los reality shows normalizando la humillación pública por dinero, y las redes sociales permitiendo que se pague por perder la dignidad. Las distopías de Bachman son espejos precisos de nuestra realidad, pero, además, el éxito reciente de adaptaciones de King como Doctor Sueño (2019) demuestra el apetito insaciable por su obra, aunque estas apenas prometen consuelo, solo una visión brutal sobre hacia dónde nos dirigimos.



























































































