En la semana del estreno en cines de Wicked: Parte II, las críticas fueron por lo general bastante buenas, aunque con una significativa caída de entusiasmo respecto a la primera entrega, y un despunte de haterismo en las redes.
¿Es peor la secuela que Wicked: Parte I? ¿Están en lo cierto los críticos más cascarrabias? O, por lo contrario, no hay de qué preocuparse, y todo sigue igual o, si cabe, incluso mejor. Nosotros estamos muy a favor, y te damos cuatro buenas razones para ello.
Algunas críticas negativas
Como decíamos, aunque la acogida en general ha sido positiva, la segunda entrega de Wicked ha generado algo menos de entusiasmo generalizado –en Metacritic, de entrada, bajó de 73 a 61 de nota media, respecto a la primera entrega, y en Rotten Tomatoes, de 88 a 74–, e incluso ha provocado alguna crítica especialmente sangrante, como la de William Bibbiani en The Wrap, para el que la secuela es “bastante mala”, arremetiendo especialmente contra su simultaneidad con la trama de El Mago de Oz. Para Robbie Collin, de The Telegraph, esta segunda parte “está inflada y es aburrida”, mientras que Donald Clarke, de Irish Times, afirma, vehemente, “si te convenció la estética visual estridente de la primera película —resultado de un niño pequeño gigante vomitando algodón de azúcar por todo Walt Disney World—, te alegrará saber que no es menos desagradable”.
1. La estética ya no es una sorpresa
La descripción que hace Donald Clarke, a quien tampoco volvió loco la primera entrega, de la estética Wicked puede parecer salvajemente atinada para los haters. Pero la ventaja, incluso para ellos, es que ya no representa un factor sorpresa. Este nuevo Oz ya lo conocemos, y si, por un casual, nos impactó su estética kitsch hace cosa de un año, ahora ya deberíamos estar más que curados de espanto. En el caso de admirar este paraíso artificial, esta nueva entrega no tiene nada que envidiar a la anterior. Oz se sigue viendo muy atractivo con esa mezcla de efectos digitales y decorados reales que integran perfectamente el imaginario en Technicolor de la película de Victor Fleming, y lo traen a la actualidad.
2. La simultaneidad con ‘El Mago de Oz’
Todo lo que tenía la primera Wicked de precuela de El Mago de Oz, lo tiene esta de... ¿entrecuela? Porque aquí ya somos testigos de la llegada de Dorothy –con zapatos nuevos, no los rojos de siempre– y del aterrizaje de su casa en pleno Oz a consecuencia de un tornado provocado. Al contrario de lo que se dice en The Wrap, nos parece que esa simultaneidad está muy lograda, especialmente en los momentos en los que aparece Dorothy recreando escenas de la película original, pero desde otro punto de vista, desde el que no se le puede ver el rostro, como cuando acaba, supuestamente, con la Bruja “Mala” del Oeste. El diálogo constante con la película de 1939 puede parecer desigual, pero es mucho más interesante que la academia de magos de la primera parte: ¿O no tuvimos ya bastante con ocho películas de Harry Potter?
3. Lecturas políticas para niños
Habrá quien hable en redes de adoctrinamiento liberal, como ya pasó con la primera entrega. Pues dos tazas, porque la segunda parte es todavía más política y oscura que la primera: arranca con la construcción, mediante maltrato animal, del camino de baldosas amarillas, y hace mayor hincapié en la transformación de Oz en régimen completamente fascista. Los guardias parecen salidos del Tercer Reich para oprimir a los animales parlantes, apuntando además la pertinente correlación entre la propaganda nazi de ayer y las fake news de hoy en día. Nunca está de más mostrar a los niños que los políticos no suelen ser lo que venden.
Las dos brujas representan además dos maneras contrapuestas de relacionarse con el poder opresor. Ariana Grande se ve como la encarnación del colaboracionismo, la privilegiada que mira hacia otro lado, mientras que Cynthia Erivo es el símbolo del activismo, de la protesta y de la resistencia, que trata de abrir los ojos a los habitantes de Oz y reunir a los animales en su lucha contra la dictadura del mago. La complejidad de las relaciones entre las dos brujas se aleja además de una lectura simplista y maniquea como la eterna, y siempre cómoda, lucha del Bien contra el Mal (aunque este está muy bien representado por Madame Morrible), y demuestra que, en el nuevo Oz, nada es del todo negro (o verde), ni nada es del todo blanco, como la vida misma.
4. Ya no desafía la gravedad, pero…
Está claro que Defying Gravity es un himno para los seguidores de Wicked, y que difícilmente la secuela iba a estar a la altura a nivel musical, sobre todo para la legión de admiradores que conocen de sobra la obra que lleva representándose en el Gershwin Theater de Nueva York desde 2003. Si el título original de la segunda parte incorpora For Good es porque sus creadores y los fans saben de sobra que el climático dueto es lo mejor del segundo acto. Pero también están la Cynthia Erivo de No Place Like Home y la Ariana Grande de The Girl in the Bubble, dos canciones que las definen y nos ayudan a comprenderlas mejor, sobre todo a la segunda, a la que vemos literal y metafóricamente en esa burbuja que no tiene nada de mágica, porque ya se sabe que las apariencias engañan y que la que parece mala puede ser buena y al revés. En resumidas cuentas, Wicked: Parte II, pese a su desinflante título en castellano, es una fiesta a la que estás especialmente invitado si quieres educar a tus hijos en el respeto y la diversidad. De lo contrario, mejor ni te acerques.



























































































