El estreno de Wicked (2024) y su esperada secuela, Wicked: Parte 2 (2025), han marcado un punto de inflexión en cómo se percibe uno de los clásicos más queridos del cine de fantasía. La adaptación del musical de Broadway tendrá un impacto va mucho más allá de la taquilla, pues el trasfondo perturbado, que siempre ha acechado tras las cortinas del El mago de Oz (1939), ha transformado la historia en inquietante alegoría sobre el fascismo, la propaganda y la deshumanización.
Exploramos cómo Wicked expone la cara oculta del clásico de MGM, convirtiendo una fábula infantil en un reflejo deformado que resuena con nuestra realidad contemporánea.
La oscuridad que siempre estuvo ahí: monos voladores, brujas y pesadillas infantiles
Lo extraño siempre ha estado presente en el mundo de Oz, desde los libroas a la película de Victor Fleming, que ya contenía elementos perturbadores que atrajeron a generaciones de niños: los monos alados que secuestran a Dorothy, la Bruja Malvada del Oeste amenazando con quemar al Espantapájaros vivo o deshaciéndose, la casa que apisona a su hermana o las leyendas urbanas de la muerte de un enano por suicidio en el rodaje. La industria del entretenimiento ha minimizado estos elementos durante décadas, prefiriendo recordar las canciones alegres y los zapatos de rubí.
Sin embargo, hubo intentos de recuperar esa turbiedad inherente. Oz, un mundo fantástico (1985) mostró a Dorothy internada en un psiquiátrico donde le planean administrar electroshock, presentando una Ciudad Esmeralda destruida y una Princesa Mombi que colecciona cabezas humanas intercambiables expuestas. Casi nada. La película de Disney fue un fracaso comercial precisamente porque mostraba un terror infantil palpable, con monstruos como los wheelers y el gigante final, que hacen que muchos espectadores recuerden haber visto la película de niños y no poder olvidarla, con imágenes que les causaron pesadillas durante años.
Las diferentes versiones siempre han tenido algún que otro escarceo con el género, por algo la Corazón Salvaje (1990) de David Lynch se considera una versión surreal con su habitual tono neo-noir. Más recientemente, Emerald City (2017) intentó crear una versión adulta y reimaginada de Oz al estilo de Juego de Tronos (2011-2019), mostrando un mundo oprimido lleno de batallas y magia prohibida. Aunque la serie solo duró una temporada, mostró que había un público dispuesto a explorar aspectos más adultos de Oz..
Body horror y metamorfosis: los orígenes del Espantapájaros, el Hombre de Hojalata y el León
El director Jon M. Chu aseguró que el Hombre de Hojalata y el Espantapájaros de la segunda parte de Wicked no están hechos digitalmente, inspirándose en los monstruos clásicos de la Universal para dar forma a las transformaciones físicas y emocionales de los personajes, y la segunda entrega se toma esa máxima muy en serio. Los orígenes de estos personajes icónicos de El mago de Oz, no están bañados de la ternura nostálgica que cabría esperar, sino con horror corporal inesperado, que podría encajar en películas de género.
El más traumático es el cambio de Boq en el Hombre de Hojalata, que tiene lugar cuando Nessa, cegada por los celos al descubrir que él siente algo por Glinda, lanza un hechizo que encoge su corazón y le condena a una grotesca transformación. No es explícita o sangrienta, pero la idea de un ser humano es convertido en metal viviente, una criatura atrapada en un cuerpo que ya no reconoce como propio es bastante fuerte para una película para toda la familia, a lo que sigue un momento de rabia con Boq gritando "¿Qué me has hecho, bruja?" levantando el hacha de forma amenazante, un momento que recuerda más a Frankenstein que a un cuento de hadas.
Otro momento que se pasa de frenada es cuando el capitán Fiyero se convierte en el Espantapájaros con uno de los hechizos de Elphaba, aunque lo vemos de forma confusa, es al final cuando se revela el resultado, un hombre de trapo tan terrorífico como cualquier ser de paja del cine. El cachorro de león rescatado en la primera película madura hasta convertirse en el león temeroso, algo menos grave, pero que le acaba convirtiendo en un ser lleno de odio. Lo que impacta es que en la película de 1939 representaban defectos simpáticos y superables que ahora en realidad se revelan como víctimas de mutilación física y psicológica, el código para la pérdida de la humanidad, en pasar a ser otra cosa sin consentimiento.
El Mago como dictador y Dorothy como niña soldado: la maquinaria fascista de Oz
La reinterpretación más radical de Wicked es su tratamiento del Mago de Oz como una especie de dictador fascista que gobierna mediante propaganda exagerada, creando miedo y enemigos ficticios, lo que le ayuda a mantener un régimen prácticamente fascista donde toda su población actúa como gente con el cerebro lavado. Tanto Glinda como Dorothy llegan a ejercer de "tontas útiles", siendo "Bruja Mala" una estratagema del aparato de publicidad. Lo que en 1939 se presentaba como un adorable charlatán resulta ser un déspota que consolida su poder fabricando amenazas.
Los animales condenados al exilio, los monos usados como un ejército de presión… esta segunda entrega se atreve con un tema bastante relevante dado el contexto político global actual: la desinformación como arma de los más poderosos, la distorsión de los hechos para proteger sus intereses. Puede que uno de los elementos más desoladores es ver cómo el camino de baldosas amarillas, un símbolo de esperanza que se hacía clave en la aventura, se revela como una construcción del régimen, un monumento diseñado para canalizar a las masas hacia el poder central.
Pero la subversión más perturbadora es la propia visión de Dorothy, la niña inocente de Kansas que se convierte, básicamente, en una niña soldado enviada por el Mago para cazar a Elphaba con su grupo de viaje, los tres engendros de los hechizos que van buscando venganza—especialmente un desquiciado hombre de hojalata—, básicamente la alegre cuadrilla se convierte en el brazo ejecutor de un estado totalitario. Dorothy deja de ser la heroína que derrota al mal, sino una pieza más del tablero del Mago, otra herramienta de propaganda cuya "victoria" servirá para consolidar la imagen del mago.
Las brujas tienen una visión variable. Glinda es una figura que mantiene su imagen de "bondad" mientras sirve a la maquinaria absolutista. Elphaba es demonizada por su aspecto y Nessarose encarna el deseo de poder disfrazado de caridad, que no duda en tomar decisiones terribles que justifican la violencia estatal. No hay magia inocente, sino un sistema de poder que se disfraza de cuento de hadas para seguir funcionando. Una realidad más efectiva en meter el miedo en el cuerpo que cualquier película de monstruos, los mecanismos del fascismo escondidos tras la fantasía multicolor y llena de perfección que amamos.



























































































