Hay muchísimas películas de terror que te hacen saltar del susto mientras las ves y luego están esas escenas que no solo te sorprenden, sino que se instalan en algún rincón de la mente para siempre, reapareciendo en los momentos más inesperados. A veces no son las más sangrientas ni las más explícitas, sino las que sugieren, las que dejan huecos que la imaginación llena sola, las que tocan una fibra emocional y se graban a fuego.
Se acerca Halloween y me parece una gran oportunidad para compartir los 10 momentos del cine de terror que más se quedaron conmigo, ordenados de menor a mayor intensidad para que vayas construyendo la tensión poco a poco. Algunas de estas películas me hicieron taparme los ojos, otras me hicieron pensar demasiado, pero todas lograron lo que el buen terror siempre busca: quedarse en la memoria mucho después de los créditos finales. ¡Aquí vamos!
El final de la directora Drake en The Faculty (1998)
Para muchos millennials, el inicio de la adolescencia estuvo marcado por maratones nocturnas de terror con cintas sacadas del videoclub del barrio. Y en esa época para mi The Faculty se ganó un lugar especial por su originalidad y su elenco estelar. Está dirigida por Robert Rodriguez, y combina muy bien el espíritu sarcástico de Scream con la paranoia sci-fi de Invasión de los ultracuerpos. La historia sigue a un grupo de estudiantes que descubre que sus profesores ya no son del todo humanos, y a partir de ahí, el instituto se convierte en un campo de batalla.
Nunca olvidaré la escena con la que comienza la película: la directora, interpretada por Bebe Neuwirth, intenta escapar del entrenador del equipo (Robert Patrick) solo para ser apuñalada por otra profesora. Es un arranque seco, violento, y absolutamente perfecto para dejarte en claro que algo anda muy mal desde el minuto uno.
Los efectos de la deshidratación en The hole (2001)
La primera vez que vi The Hole no supe apreciar la sutileza del terror psicológico que proponía, pero hay una escena que se me quedó grabada para siempre: el cruel deterioro físico por deshidratación. La película sigue a un grupo de adolescentes británicos que decide esconderse en un viejo búnker subterráneo para pasar unos días de fiesta, hasta que descubren que están atrapados sin salida. Todo ocurre en un espacio cerrado, húmedo y silencioso, donde la tensión crece con cada respiración. No hay monstruos, solo el paso del tiempo devorándolos lentamente.
Si te gustan películas como Enterrado, seguramente te interese darle una oportunidad a The Hole. El realismo casi documental, sumado a un giro final inesperado, hace que The Hole no sea solo una historia claustrofóbica, sino una experiencia que se queda contigo para siempre.
Ivy y Lucius en El Bosque (2004)
De todas las películas de M. Night Shyamalan, El bosque es la que más me marcó por su belleza silenciosa. Ambientada en una aldea rodeada por un bosque prohibido, la historia parece una fábula sobre criaturas acechando en la oscuridad, pero en realidad es una reflexión sobre el miedo y el precio de proteger la inocencia. Tiene una atmósfera única, una fotografía preciosa y una banda sonora igual de buena.
La escena que siempre vuelve a mi mente es aquella en la que Ivy, ciega, extiende la mano hacia el vacío mientras la criatura se aproxima, y Lucius llega justo a tiempo para salvarla. Podría decirse que es más romántica que aterradora, pero también es una de las más inolvidables del cine de Shyamalan. Me encanta cómo logra convertir lo sobrenatural en algo profundamente humano.
El final de Lamb (2021)
Lamb es una de esas películas que te desconciertan más por lo que callan que por lo que muestran. Gran parte de su atractivo es que está ambientada en los paisajes desolados de Islandia. La historia sigue a una pareja que vive aislada en su granja y cuya rutina se ve alterada por un suceso extraño. A primera vista parece un drama rural, pero bajo su aparente calma se esconde algo profundamente inquietante.
El final, sin revelar nada, me dejó con una sensación difícil de sacudir. Es una mezcla de tristeza, desconcierto y admiración. Es de esos desenlaces que no buscan asustarte, sino sorprenderte y hacerte pensar. Si El bosque se apoyaba en la fe y The Hole en la desesperación, Lamb se mueve entre ambas. Tiene un ritmo lento con fotografía hipnótica y un silencio casi religioso que crea esa atmósfera que no necesita sobresaltos. Aquí basta una mirada, un gesto o un sonido en la distancia para dejarte completamente paralizado.
La fiesta de cumpleaños en Señales (2002)
M. Night Shyamalan tiene la costumbre de dejar en mi memoria grandes momentos de sus películas. Señales sigue a un ex sacerdote (interpretado por Mel Gibson) que vive con sus hijos en una granja donde comienzan a aparecer misteriosos círculos en los cultivos. Una de las razones por las cuales Señales me parece fantástica, es por como Shyamalan logra convertir una historia de invasión extraterrestre en un relato sobre la fe, la pérdida y la esperanza.
La escena de la fiesta de cumpleaños, cuando vemos por primera vez a una de las criaturas en un video casero, para mi es completamente inesperada y un horror en estado puro a plena luz del día. Años después, sigo recordando ese plano: el silencio, la cámara temblorosa y el estado de shock que deja de regalo.
El revientapechos en Alien, el octavo pasajero (1979)
Si hay una escena que definió para siempre el terror en la ciencia ficción, es la del “revientapechos” en Alien, el octavo pasajero. El momento en que Kane, aparentemente recuperado, se sienta a comer con la tripulación y, un segundo después, el alien emerge brutalmente de su pecho sigue siendo una de las secuencias más impactantes que he visto en el cine. No importa cuántas veces la vuelva a ver: la tensión, el silencio previo y la incredulidad en los rostros del resto de la tripulación siguen poniéndome la piel de gallina.
Años después, Alien: Covenant llevó esa misma idea corporal a otro nivel. La muerte de Ledward, con la criatura desgarrando su espalda desde adentro, es una evolución igual de perturbadora que dio origen a los “revientaespaldas”.
La famosa esquina en El proyecto de la bruja de Blair (1999)
En El proyecto de la bruja de Blair no hay monstruo, no hay casi sangre, ni una sola aparición clara. Pero me enseñó que el miedo más puro nace de lo que no ves. Solo un chico quieto, de espaldas, en una esquina. Recuerdo la primera vez que llegué a ese final: el temblor de la cámara, los gritos fuera de foco, el sonido de algo arrastrándose en la oscuridad. Y entonces, ese plano. Silencio. Terrorífico, durante días no podía sacarme esa imagen de la cabeza.
Parte de la razón por la que esta escena quedó grabada en mi memoria y en la de toda una generación, es la manera en que la película fue presentada al mundo. En su momento, el estudio tuvo la brillante (y retorcida) idea de promocionarla como si fuera material real encontrado en el bosque. Aunque después supimos que no lo era, para quienes la vimos de niños, esa ilusión bastó para hacerla infinitamente más perturbadora.
La revelación de John en Saw Juego macabro (2004)
Tenía catorce años cuando vi Saw por primera vez, y creo que nunca volví a ver una película de terror igual. Esa escena final, con la revelación de John Kramer levantándose del suelo, me dejó completamente helada. No grité, no pestañeé, solo me quedé inmóvil intentando entender lo que acababa de pasar.
A lo largo de la franquicia, tuvimos muchos momentos tan gore como perturbadores, pero el final de la primera película en mi opinión no tiene comparación. Además de ser inolvidable, es uno de esos momentos del cine que redefinieron el género. No solo por el impacto visual, sino por la forma en que reorganiza toda la historia en cuestión de segundos.
La revelación de Samara en The ring (2002)
Hay imágenes que se te quedan grabadas como una cicatriz, y para mí una de ellas es la de Samara saliendo del televisor en The Ring. Nunca volví a mirar un televisor del mismo modo. Ese paso lento, el parpadeo distorsionado, la lluvia cayendo dentro del living. ¡Escalofriante! El horror no venía del susto inmediato, sino de lo inevitable: sabías que no había escapatoria, que lo que estaba viendo el personaje lo estabas viendo tú también.
Hoy después de parodias como Scary Movie me río, pero en 2002, cada vez que el teléfono sonaba después de ver una peli, hacía falta valor para responder.
Voces del más allá en La cuarta fase (2009)
La cuarta fase me aterrorizó de una forma distinta a cualquier otra película de esta lista. Tanto así que solo pude verla una vez y fue suficiente para quedarse para siempre en mi memoria. Esta es otra de esas películas que tuvo un impacto enorme por jugar con el formato documental, supuestos archivos reales, las entrevistas, el tono clínico de Milla Jovovich, todo se siente demasiado real. Pero lo que más se quedó conmigo no fue una imagen, ni un monstruo, sino un sonido. Ese momento en que escuchamos por primera vez la voz del alien diciendo “Yo soy Dios” sigue siendo de los más perturbadores que recuerdo.




























































































