La saga Crepúsculo no vuelve a estar al orden del día sólo porque se cumplan los veinte años de la publicación del primer libro (que también), ni porque todas las películas vuelvan a las salas de cine en un re-estreno bastante sonado, y ni siquiera porque Netflix esté preparando una adaptación animada de El sol de medianoche, un retelling de la primera novela a partir de la perspectiva de Edward Cullen. No es (sólo) por eso. La saga Crepúsculo está al orden del día, como cada año, porque es noviembre, anochece a las cinco de la tarde y queda mucho, demasiado, para Navidad. Y nuestro corazón necesita una dosis de las vibras frías pero románticas de la saga de Stephenie Meyer, una mantita para nuestro ánimo.
Por ello, si escribes estas tres letras –“hoa”– en tu buscador de confianza te sorprenderá encontrar cuánta gente ha buscado la canción de “Eyes On Fire” sin conocer su título. La llaman “hoa hoa hoa song”, porque más o menos así suena. Y esta es la energía que transmite: lánguida, sentimental y misteriosa; sin ínfulas, directa a la aorta. Esta absoluta transparencia, desvergonzadamente emocional, resulta clave para comprender el éxito tremendo de la banda sonora de Crepúsculo (2008) y del resto que la siguieron…
Incluidas otras sagas, como la que inició Los Juegos del Hambre (2012), con temas originales de artistas como Taylor Swift, Olivia Rodrigo, Arcade Fire o Coldplay. Mucho ojo con desmerecer la música que escuchan los adolescentes. Pero veremos que nada han de envidiarle a los compases de Muse en “Supermassive Black Hole”, o a los arpegios arrebatados de Thom Yorke en “Hearing Damage”. Si no es la saga Crepúsculo un fantástico vivero de talentos musicales…
Hoy los ordenamos todos, de mejor a peor –aunque veréis que el orden también tendrá una línea de descubrimiento editorial–, en función de las mejores canciones que escuchamos en estas cinco (fantásticas todas) bandas sonoras.
“Meet Me On The Equinox” de Death Cab For Cutie - ‘Luna Nueva’ (2009)
Este auténtico temarral me ha acompañado en cabreos monumentales de todo tipo, y ha precedido a un par de rupturas de pareja. Este es el calibre de, primero, un estribillo que canta alto y claro sobre cómo hay cosas por las que no pasaremos; y dos, una instrumentación que va elevándote hasta hacerte creer capaz de todo.
Al mismo tiempo, la voz de Ben Gibbard viene teñida de con un cansancio dulce, como si presintiera la separación inminente, también, entre Bella y Edward. “Meet Me On The Equinox”, un punto intermedio (crepuscular) como el estado emocional de Bella, suspendida en La saga Crepúsculo: Luna nueva (2009). Pero aquí no nos desvanecemos como en “Rosyln” de Bon Iver y St. Vincent: aquí nos atrevemos a mirar de cara este equinoccio para preguntarnos… ¿A qué sabe el arrebato de energía que sucede a la tristeza, pero está por llegar?
“15 Step” de Radiohead - ‘Crepúsculo’ (2008)
Yo no recordaba qué canción sonaba al final de la primera película, cuando Victoria reaparece dispuesta a vengar la muerte de su amado truncando la calidez de “Flightless Bird, American Mouth” con los dos enamorados aún bailando en la pista. Dulce ironía, un final feliz que en realidad es solo el inicio del peligro. Cuando descubrí, años después, que el tema que cerraba Crepúsculo (2008) se debía al compás irregular y la electrónica fragmentada de Radiohead, lo entendí todo.
Su ritmo asimétrico expresa la tensión entre curiosidad y vértigo, entre lo humano y lo inmortal. Agudizamos el oído ante las palabras incomprensibles de Thom Yorke, como deberían hacerlo Edward y Bella para ver venir el peligro que acecha. Sin desmerecer en absoluto la emoción adolescente y el tono gótico de “Decode”, la sofisticación y el cambio de tono oblicuo de “15 Step” desmienten el mito de que Crepúsculo no fue nunca cerebral y adulta.
“Rosylin” de Bon Iver y St. Vincent - ‘Luna Nueva’ (2009)
Cada vez que “Rosylin” suena en cualquiera de mis reproductores… Lloro. ¿Por qué? Escúchala y me cuentas. “Rosyln” es una de las piezas más etéreas y dolorosas de toda la saga. Necesita tocar la fibra sensible, porque suena en los momentos en que Bella se abandona tras la partida de Edward en Luna nueva, y aunque ahora lo podemos ver con descreimiento, así suena un corazón roto, el vacío absoluto, las entrañas para afuera.
La fragilidad en la voz de Justin Vernon y la ternura de St. Vincent crean una auténtica neblina emocional minimalista, introspectiva, fantasmática. Comparada con “Slow Life”, que ofrece un respiro luminoso, “Rosyln” es la sombra que antecede a esa esperanza. Es un momento de absoluta quietud en el caos, donde la tristeza no se grita, sino que se susurra hasta desvanecerse.
“Decode” de Paramore - ‘Crepúsculo’ (2008)
“Decode” debería ocupar el número uno en esta guía, porque no ilustra un momento puntual de la saga, sino que representa el espíritu de toda la saga en general. Esta es mi opinión, y de aquí no me bajo. Ahora, quien no lo tenga claro a estas alturas es que no ha visto Crepúsculo. Hayley Williams traduce el gran corazón de la saga, el amar lo que podría destruirte, en lenguaje sonoro.
Es visceral, juvenil y apasionada, perfecta para una etapa en que los sentimientos se viven con una intensidad rotunda. Si “15 Step” observa el conflicto desde lejos, “Decode” se lanza al fuego gritando, quizás de placer, pero seguro que de dolor. Y no, esto no tiene que ver sólo con los vampiros. ¿Quién no ha sentido el máximo goce con una satisfacción oscura y profunda?
“I Didn’t Mean It” de The Belle Brigade - ‘Amanecer: Parte 1’ (2011)
Si esta es la única canción de La saga Crepúsculo: Amanecer - Parte 1 (2011) en nuestra guía, no se debe a la falta de calidad del recopilatorio. Más bien al contrario, porque aquí incluso toca Theophilus London, y su “Neighbors” es un himno nacional para mí. Sin embargo, en esta guía he priorizado encontrar aquellas canciones que sintetizan lo que Crepúsculo fue, y cómo se oyó. Y por ello, la oda punk de The Belle Brigade ha echado raíces en esta lista: Amanecer - Parte 1 es de sufrirla, por mucho que conozcas el final de la historia.
El embarazo, el rostro de Renesmee, todo está mal. No obstante, frente a la gravedad de canciones como “Ghosts”, esta pieza es liviana, casi juguetona, como si perteneciera a un mundo anterior a los compromisos eternos del matrimonio de Bella y Edward. Porque este matrimonio necesitaba una perspectiva más humana: errores, torpeza y humor dentro del amor absoluto, eterno y algo pesado.
“Ghosts” de James Vincent McMorrow - ‘Amanecer: Parte 2’ (2012)
Absoluta piel de gallina. Seguramente recuerdes cómo acompañaba esta canción al cierre de La saga Crepúsculo: Amanecer - Parte 2 (2012). El tono etéreo, sostenido por la voz celestial de McMorrow, envuelve la atmósfera de Amanecer: Parte 2 en una paz melancólica. Es una canción sobre el recuerdo, sobre lo que queda después de la tormenta. Encapsula –y aquí me lanzo a la piscina– lo que sentimos cuando pensamos en todas las vidas que no hemos vivido y quizás las echamos de menos.
Muy cerca del “hoa hoa hoa” de “Black Eyes”, su instrumentación mínima y su ritmo lento evocan un final volcado a la trascendencia. Y no es una promesa dulce como la de “Flightless Bird, American Mouth”. “Ghosts” apela a la melancolía, al cansancio dulzón del final de los buenos y largos días.
“Slow Life” de Grizzly Bear con Victoria Legrand - Luna Nueva (2009)
Victoria Legrand, por cierto, de Beach House. Si todos los artistas de las bandas sonoras de la franquicia se juntaran, podrían organizar un auténtico Primavera Sound. Pero nada más lejos de la vida que “Slow Life”, que suena en Luna Nueva cuando Bella se lanza al acantilado y cae al mar. Reprodúcela y húndete en agua pesada, eso sí, con el conocimiento de que hay algo –o alguien– más allá. A esta certeza inútil se debe el poder del tema, suspendido en el tiempo como quien paladea los momentos de no-retorno.
Podría romantizar el suicidio, pero así es el poder de la música y de la ficción en general: que sin palabras nos permiten raspar el corazón embellecido de vivencias a las que nunca deberíamos acercarnos.
“Flightless Bird, American Mouth” de Iron & Wine - Crepúsculo (2008)
Ya tocaba… Esta canción suena en uno de los momentos más icónicos de Crepúsculo: el baile final entre Bella y Edward (sí, a punto de ser interrumpida por “15 steps”). La voz cálida de Sam Beam y la letra –sobre los ciclos inevitables de la vida, entre pajarillos y gatos viejos– evocan una infancia que antaño, cuando descubrimos las novelas, nos moríamos por abandonar, literalmente.
Pero cómo decirle que no a las armonías de Iron & Wine, a su tempo lento y atmósfera íntima. Aquí nos rendimos al amor romántico, ni que sea durante unos instantes, mientras los tortolitos se prometen compromiso eterno y nos dejan con las ganas. Seguro que a Bella no le ayudaría escucharla en la película siguiente.
“Eclipse (All Yours)” de Metric - Eclipse (2010)
¡Subidón! Porque, como demuestran las dos canciones de La saga Crepúsculo: Eclipse (2010) que he guardado para el final, también Crepúsculo escribió sobre la alegría y las promesas del amor joven. “Eclipse (All Yours)” aparece para cerrar los créditos finales de la primera trilogía, el arco de las dudas. A partir de ahí, Bella, Edward y Jacob irán con todas. Interpretada por las fantásticas Metric (responsables de “Black Sheep” en Scott Pilgrim contra el mundo, capaces de todo) la canción combina una base rítmica constante con sintetizadores brillantes, sobre la voz clara y contenida de Emily Haines. Su tono es moderno y melódico, enérgico y suave. Elegancia, pop, romanticismo y desgarre. Si esto no es Crepúsculo, que me aspen.
“Jonathan Low” de Vampire Weekend - Eclipse (2010)
Junto a “Eclipse (All Yours)” y a un puñado más de temas con garra, como “Chop and Change” –un auténtico hito en la carrera de The Black Keys–, la demostración de que en Eclipse había también mucho, mucho humor. Esta es una canción que mira el conflicto amoroso con cierta ironía, como si observara desde fuera la intensidad con que Bella vive su dilema: que si Edward o Jacob, niña, aclárate.
Frente al tono solemne de “Eclipse (All Yours)”, esta pieza es juguetona, casi burlona, con guitarras limpias y un ritmo saltarín, una alternativa terrenal al amor trágico. La ligereza melódica no la hace superficial, sino humana. Es el champín que agradeces en una noche pasada de vueltas, el contrapunto necesario para equilibrar la intensidad emocional de la película. Y de la saga, si me apuras.




























































































