El caos anual de las nominaciones a los Globos de Oro ha llegado con una noticia inesperada: Andor ha conseguido algo que hace no tanto parecía imposible en la galaxia muy lejana, una nominación a mejor actor de drama para Diego Luna, por segunda vez consecutiva. Puede parecer exagerado, pero la primera nominación de Luna fue la primera vez en 45 años que un intérprete de algo relacionado con Star Wars recibiera este reconocimiento, desde que Alec Guinness fuera nominado por Star Wars: Episodio IV - Una nueva esperanza (1977).
Un hito que dice mucho sobre cuánto ha tardado en ser tomada en serio por la industria del espectáculo la franquicia, más allá de su impacto cultural. Exploramos por qué esta nominación importa, qué hace tan especial la interpretación de Luna en Andor, y qué otras actuaciones de Star Wars merecían haber sido reconocidas durante estas décadas en las que Hollywood miraba hacia otro lado.
Diego Luna: la nominación que Star Wars llevaba esperando desde 1978
La nominación de Diego Luna en la categoría de mejor actuación de un actor en una serie de televisión (drama) lo coloca junto a nombres como Sterling K. Brown, Gary Oldman, Mark Ruffalo, Adam Scott y Noah Wyle. No es mala compañía, pero lo verdaderamente notable es que Luna ha conseguido esto interpretando a Cassian Andor, un personaje que técnicamente ya conocíamos de Rogue One: Una historia de Star Wars (2016), donde era básicamente un espía rebelde con cara de estar cansado.
Andor transformó al personaje en algo más complejo y ambiguo, ya que se tomó su tiempo en plantear la salida de su dilema, entre su propia supervivencia y el despertar de una conciencia revolucionaria. Una interpretación contenida, casi minimalista en momentos, donde los gestos se sobreponen a gritos dramáticos o monólogos grandilocuentes, como en el pequeño arco de la prisión, la mejor etapa de toda la serie de Tony Gilroy, donde el actor muestra cómo el personaje se cuenta de que vivir bajo un imperio fascista no es una opción tolerable.
Luna refinó esta transformación a lo largo de dos temporadas bastante distintas. La primera es un thriller de espionaje en planetas olvidados que muestra cómo se radicaliza, mientras en la segunda, más ambiciosa, propone ver la construcción de la Rebelión desde los cimientos, con Cassian madurando de ladronzuelo a líder, con el actor manteniendo la esencia del personaje, sin convertirlo en un héroe tradicional incluso cuando hace cosas propias de ellos.
Las actuaciones de Star Wars que la industria decidió ignorar
Que Diego Luna sea solo el segundo actor nominado a un Globo de Oro por Star Wars es sintomático de cómo la industria del entretenimiento ha tratado históricamente no solo a la saga, sino a toda la ciencia ficción y el cine de género, porque talento no ha faltado en estos 47 años. Empecemos por lo obvio: Mark Hamill en Star Wars: Los últimos Jedi (2017) merecía mucho más. Rian Johnson rompió expectativas con su devastadora mirada a Luke Skywalker, desnudando a un héroe legendario roto por el trauma y el fracaso. Hamill da matices al aventurero optimista de la trilogía original, dejando claro el estado de depresión y aislamiento por el que ha pasado apenas con un par de frases.
El arco de Adam Driver en las tres películas merece otra mención adicional. Su Kylo Ren es un villano atormentado por contradicciones irreconciliables, atrapado entre el legado familiar y su propio deseo de poder. Driver conseguía transmitir fragilidad bajo la máscara de maldad autoimpuesta, dejando salir un lado vulnerable en las escenas con Daisy Ridley a través de su conexión con la Fuerza. Entre el lado oscuro de un Heathcliff cincelado por Bronte, y la tragedia shakespeariana disfrazada de space opera, Driver transmitía una intensidad casi dolorosa que merecía al menos haber sido tenido en cuenta en los Globos.
Carrie Fisher en El Imperio contraataca (1980), que transformó a la Princesa Leia de una damisela en apuros a líder militar con autoridad. Su química con Harrison Ford pasaba del romance a la comedia chit-chat tipo Howard Haks de una mujer acostumbrada al mando que no perdía tiempo con tonterías. La escena donde se despide de Han Solo antes de que lo congelen en carbonita ha quedado en los anales de la cultura popular. Nada.
Ewan McGregor en La venganza de los Sith (2005) demostró que las precuelas habían servido para algo, al menos con un Obi-Wan Kenobi lacónico, recogiendo el testigo del ancla emocional de una trilogía a menudo criticada por sus diálogos torpes. Su confrontación final con Anakin funciona por su entrega, pero no mereció ni una mención. The Mandalorian funciona como comedia para los Globos, y el trabajo de Pedro Pascal conlleva un trabajo vocal y físico notable. Rosario Dawson y su Ahsoka (2023) también demostró bastante entrega, pero no sirvió para los jurados.
Por qué Andor sí y el resto no
Entonces, ¿qué tiene Andor que no tuvieran las películas o las otras series? Pues posiblemente el timing y el formato. La serie llega en un momento donde las plataformas de streaming han normalizado que la ciencia ficción y la fantasía sean tomadas en serio—véase el éxito crítico de La casa del Dragon o The Last of Us. Además, Andor se esfuerza deliberadamente en no parecer Star Wars en el sentido tradicional. No hay Jedis, ni sables de luz, ni referencias constantes al canon. Es una serie política sobre fascismo, y el costo moral de la resistencia y revolución.
Tony Gilroy sabe dar algo que los votantes de premios podían clasificar como un "drama adulto que casualmente ocurre en el universo de Star Wars" en lugar de "contenido para fans” de Star Wars". Y por el momento ha colado, pero no nos engañemos, en los premios también influye el poder de las plataformas, y también ayuda que Disney esté haciendo campañas de consideración agresivas, proyecciones especiales y todo el aparato promocional que normalmente se reserva para dramas prestigiosos. La nominación de Luna no es accidental, es el resultado de una estrategia para que Andor sea vista como algo más que carnaza de franquicia.
Eso sí, la nominación de Diego Luna podría abrir puertas, si no se convierte en una anomalía. Star Wars existe en un limbo extraño: es demasiado grande para ser ignorada pero demasiado "de género" para ser respetada. Es carne de Óscar técnico y el cambio generacional puede hacer a “la fuerza” colarse por las grietas del sistema. Veremos si realmente Luna tiene opciones a llevarse el Globo de Oro, pero la competencia es feroz, aunque solo el hecho de estar nominado es ya un buen golpe a la Estrella de la muerte, solo ha tardado una rebelión de 47 años en conseguirlo.





























































































